¿Y si cambio el logo y ya no me reconocen?
- Laura Meca

- 20 jul
- 3 Min. de lectura
El miedo a rediseñar como síntoma de algo más profundo (y cómo saber si tu logo te representa... o solo te limita).
Hay una voz que aparece justo cuando te planteas cambiar tu marca.
No es racional, pero pesa.No grita, pero bloquea.
“¿Y si dejo de ser reconocible?” “¿Y si la gente piensa que he cerrado, que he vendido, que ya no soy la misma?” “¿Y si ya no me identifican con mi logo?”
Ese miedo tiene muchas formas.Pero casi siempre dice lo mismo:
“Ya he invertido demasiado como para soltarlo.”

El apego a un logo que ya no eres
Quizá te lo hizo una amiga. Quizá lo encargaste deprisa. Quizá lo hiciste tú misma con una app.Y sí: te acompañó un tiempo. Le pusiste cariño. Lo llevaste en tarjetas, en la bio de Instagram, incluso lo estampaste en camisetas.
Pero si eres honesta contigo, sabes que ya no te representa.Y no solo a nivel emocional. También a nivel funcional.
Los logos bonitos pero inútiles
Porque a veces lo que más cuesta soltar no es un logo potente, sino uno que ya empieza a darte problemas:
Se ve bien en pantalla, pero se desintegra cuando lo imprimes.
Tiene detalles tan finos que al bordarlo en textil desaparece.
Usa colores que cambian según el soporte.
Está hecho solo para un formato y no se adapta a ninguno más.
No hay versiones secundarias, ni tamaños mínimos, ni sistema de marca.
Y claro, cada vez que haces algo nuevo, hay que “apañarlo”.Estirar el logo. Recolocar. Tapar.Ponerle tiritas a una estructura que no fue pensada para sostener.
El miedo real no es perder reconocimiento. Es soltar lo conocido.
Y es normal.Nos pasa con las relaciones, con las rutinas… y con los logos. Confundimos familiaridad con identidad. Y nos olvidamos de algo esencial:
Un logo no es tu esencia. Tu voz, tu historia, tu forma de mirar, de escribir, de estar… eso sí lo es. Y eso, eso no se pierde. Ni aunque rediseñes. Ni aunque cambies de colores. Ni aunque dejes atrás esa “L” cursiva con flor que llevabas usando desde 2018.
Cambiar el logo no borra tu marca. La actualiza.
No es traición.Es madurez. Es decir: “esto me trajo hasta aquí, pero ahora necesito algo que esté a la altura de lo que ya soy.”
Porque si tu marca está bien pensada, el cambio no descoloca: reconecta. No rompe la continuidad: la potencia. No borra tu historia: la ordena para que se entienda mejor.
¿Te da miedo que no te reconozcan?
Piensa en esto: ¿Te estaban reconociendo a ti… o a una versión antigua de ti? ¿A tu esencia… o a un logo que ya no habla tu idioma?
Quien ha conectado contigo de verdad, no te va a perder por cambiar tu logo.Te va a agradecer que, por fin, tu marca esté tan alineada contigo como tú con tu trabajo.
Porque las personas no recuerdan un vector. Recuerdan una sensación. Una frase. Una manera de mirar. Una forma de hacerles sentir.
Cambiar tu logo no es el problema.
El problema es seguir usando uno que te limita, que te exige explicarte todo el rato, que se rompe cuando lo estiras y se calla cuando debería hablar por ti.
Así que no preguntes si te seguirán reconociendo. Pregúntate si lo que tienes ahora te representa de verdad.
Si no… no necesitas pedir permiso para evolucionar. Necesitas una identidad que lo diga por ti.
Comentarios